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Pupunha, chontaduro, pixbae, cachipay... (Fernando Urbina) |
SABERES DE PUPUÑA. EL CHONTADURO EN LA AMAZONÍA
En el 2014, después de varios años de trabajo, se inauguraba finalmente la exposición “Saberes de pupuña, el chontaduro en la Amazonia” en el Claustro de San Agustín, sede del Sistema de Patrimonio y Museos (SPM) de la Universidad Nacional de Colombia.
La pupuña, algo más que un fruto
"Pupuña" o "pupunha" es uno de los cientos de nombres indígenas que ha recibido el Bactris gasipaes Kunth, conocido también como chontaduro, planta aprovechable en su totalidad, cuyo fruto es una valiosa fuente de proteína vegetal imprescindible en la dieta alimenticia de diversas poblaciones.
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La palma del chontaduro (Mario Murcia)
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La incorporación de esta especie en los cuerpos mitológicos y rituales de sociedades yukuna, matapi, tamikuna, lituana, makuna, mirañas, boras y uitotos, revela el amplio conocimiento de su entorno, las sofisticadas tecnologías de producción y aprovechamiento de la diversidad biológica desarrollado por los pueblos amazónicos, saberes que constituyen hoy, un gran potencial para el futuro.
“[La exposición] es un grito al unísono de cultura, conocimiento y alimento. Estas exposiciones con recursos multimediales convierten este fenómeno en una experiencia viva que toca a las personas. Es algo vital para entender los ecosistemas amazónicos”, afirmaba Ernesto Agudelo
Se trataba de una iniciativa expositiva que había iniciado la Corporación Tapioca y que, con el apoyo del Sistema de Patrimonio Cultural y Museos (SPM) de la Universidad Nacional de Colombia, buscaba
visibilizar y rescatar los diferentes saberes tradicionales que giran en torno a la pupuña con la firme intención de resguardarlos para el provecho de próximas generaciones.
Sin duda, este propósito se alcanzó a pesar de las dificultades con la realización del proyecto museográfico, pero, desafortunadamente, no tuvo continuidad institucional.
Saberes de Pupuña
La pupuña y los saberes ancestrales
Una gran diversidad de pueblos Amazónicos incorporan a la pupuña en sus mitologías. En estas sociedades la pupuña, al igual que otras plantas, son consideradas gente o ancestros míticos. La pupuña o chontaduro está presente en la cosmovisión y rituales a través de los cuales se representa la dinámica entre la vida y la muerte. Se trata de una ritual que identifica a los grupos de la zona del nor-oeste Amazónico (que comprende territorios de Colombia, Perú y Brasi) , en donde habitan los miraña bora, huitoto, andoques, yukuna, matapi (Arawak) taminuka, lituana y makuna (Tukanio oriental).
La fiesta del chontaduro o baile del muñeco es un ritual de intercambio entre malocas que reafirma los vínculos con el mundo del agua que se realiza en los meses de diciembre y febrero. En él participan los personajes de los “abuelos” o ancestros de y los “dueños” de los animales, quienes son invitados a compartir los frutos de su trabajo: la caza, la pesca, el cultivo y la yuca y en especial la chicha de chontaduro. Los bailadores representan a los animales con cantos y máscaras, de acuerdo con el relato mitológico sobre el origen de los seres acuáticos y se acompañan con la chicha, la coca y el tabaco ritual que se ofrece a los invitados en el interior de la maloca.
“El chontaduro entró a formar parte de los ciclos, digamos religiosos o los ciclos rituales, garantizando la importancia que tenían. Las cosas que son importantes se sacralizan, la comida se sacraliza”, afirmaba Fernando Urbina
A través del mito del chontaduro, "las comunidades buscan la armonía cósmica, social y personal en la que transcurre la vida", destacaba en la inauguración de la exposición Fernando Urbina, uno de los profesores de la Universidad Nacional de Colombia que más ha investigado los mitos originados en torno a este fruto.
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El baile del muñeco (Mario Murcia) |
Según el profesor Urbina, en las poblaciones indígenas la Bactris Gasipaes Kunth- nombre científico de la pupuña o chontaduro, como la conocemos- hace parte de una serie de rituales y tradiciones muy arraigadas. “El chontaduro entró a formar parte de los ciclos, digamos religiosos o los ciclos rituales, garantizando la importancia que tenían. Las cosas que son importantes se sacralizan, la comida se sacraliza”, declaró al respecto.
Y agregó: “hay grupos indígenas, unos más, otros menos, que alrededor de la utilización del chontaduro han hecho rituales más o menos complejos”.
Eso es precisamente lo que ha sucedido con este fruto, una palma cuyo fruto -fuente de nutrientes de alto valor alimenticio- es utilizable en su totalidad y del cual se desprende toda una cultura que ha sido construida a partir de sus propiedades y de ser considerada gente; de ahí también que la pupuña haya sido bautizada con cientos de nombres y sea núcleo de sus bailes y ceremonias.
El proyecto museográfico
La Corporación Tapioca, a partir de un
trabajo realizado con comunidades indígenas del departamento del Vaupés, había iniciado un proyecto sobre el chontaduro en un intento por divulgar los saberes ancestrales que se relacionan con este fruto. Poco después, en el año 2011, la iniciativa llegaba a la Dirección de Museos y Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia para tratar de traducir esa investigación en fuentes orales en una exposición.
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El baile del muñeco (Mario Murcia) |
El proyecto museográfico fue creciendo tanto en contenidos como en su horizonte museológico, lo que motivó a la antropóloga peruana María Eugenia Yllia a integrarse al equipo de trabajo.
La antropóloga Yllia, quien incorporó al guión los conocimientos ancestrales de los indígenas boras de la Amazonia peruana, trajo a Colombia la pieza pictórica del también bora Víctor Churay, en la que este pintor ilustra un ritual denominado “Fiesta del pijuayo” que gira en torno a la cosecha de la pupuña, chontaduro o pijuayo, tres de los cientos de nombres con los que las comunidades indígenas han bautizado a este fruto. Posteriormente, el filósofo y mitólogo Fernando Urbina, quien también se vinculó al proyecto museográfico, desarrolló la importancia mitológica que la “fiesta del pijuayo” o “Baile del muñeco”.
Por un diálogo de saberes
El conocimiento de la diversidad y los comportamientos de las especies vegetales, animales y el manejo equilibrado del medio ambiente es el mayor aporte del hombre amazónico al mundo. Estos saberes se reflejan en el desarrollo de tecnologías para el aprovechamiento de recursos y la domesticación de la naturaleza, lo que se conoce en la actualidad como etnociencia. A través de los mitos, los rituales que se hacen a partir de la cosecha de la pupuña, se visibilizan estas destrezas y la ética que subyace en las relaciones del hombre amazónico con su medio.
La exposición "Saberes de pupuña", desde una mirada interdisciplinaria que combinó pintura, fotografía y otros recursos audiovisuales, resaltó el conocimiento milenario que encierra el cultivo y la domesticación de la pupuña, una palma de vital trascendencia en la vida de los pueblos indígenas de la cuenca Amazónica y de otras geografías del continente americano para impulsar un diálogo de saberes desde la museografía.
La fiesta del pijuayo
El profesor y mitólogo Fernando Urbina contaba que ya en 1637 Fray Adrián de Santo Tomás describe la fiesta de cosecha del pijiayo balseada que hacían los indios guaimíes del istmo panameño. Según algunos investigadores esta fiesta fue creada por los tanimucas y sociedades ubicadas entre el Apaporis y el Miriti Paraná (Colombia); desde allí se traspasó a los mirañas y a los boras, uitotos y andoques.
Se trata de una ritual que identifica a los grupos de la zona del nor-oeste Amazónico (que comprende territorios de Colombia, Perú y Brasi) , en donde habitan los miraña bora, huitoto, andoques, yukuna, matapi (Arawak) taminuka, lituana y makuna (Tukanio oriental). La pupuña o chontaduro está presente en la cosmovisión y rituales a través de los cuales se representa la dinámica entre la vida y la muerte.
El ritual recibe diversos nombres, el baile del muñeco, el baile de los pescados, el baile de los espíritus, danza del el espíritu del origen de la pupuña, fiesta del pijuayo, el baile del chontaduro, entre otros.
La fiesta del chontaduro o baile del muñeco es el ritual de intercambio entre malocas que reafirma los vínculos con el mundo del agua. Se realiza en pleno verano, en tiempo de cosecha del chontaduro, representado por los personajes de los “Abuelos”, los ancestros de los grupos indígenas y los “Dueños” de los animales, quienes son invitados a compartir los frutos de su trabajo: la caza, la pesca, el cultivo y la yuca, pero especialmente la bebida fermentada o chicha de chontaduro. Los bailadores representan a los animales con cantos y máscaras, de acuerdo con el relato mitológico sobre el origen de los seres acuáticos y se acompañan con la chicha, la coca y el tabaco ritual.
Antiguamente el juego de pelota era parte integrante de dicha fiesta, pero en la actualidad éste ha caído en desuso. Entre los boras, los jugadores de pelota se presentaban con las manos cargadas de frutos que entregaban al organizador de la fiesta, reviviendo así el mito del hombre pucunero que fue el primero en obtener la semilla del pijuayo mediante un tiro de pelota al árbol del Dóóránie Bóóa.
En la fiesta, el rol principal está personificado en Memey (padre de la palmera) que se desdobla a la vez en pez mítico, primer cultivador y propagador de la sagrada palmera. Otros danzantes llevan máscaras zoomorfas hechas con madera de topa de las aves, insectos, reptiles y peces que se alimentan con las semillas y afrecho del pijuayo.
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Memeba. La fiesta del pijuayo (detalle). Victor Churay |
La antropóloga y curadora María Eugenia Ylya explicaba que la pintura del artista bora Víctor Churay Roque presenta una narración visual de la Fiesta del pijuayo, un ritual de intercambio entre malocas que reafirma los vínculos con el mundo del agua que se realiza en los meses de diciembre y febrero.
En este ritual participan los personajes de los “abuelos” o ancestros de y los “dueños” de los animales, quienes son invitados a compartir los frutos de su trabajo: la caza, la pesca, el cultivo y la yuca y en especial la chicha de chontaduro.
Los bailadores representan a los animales con cantos y máscaras, de acuerdo con el relato mitológico sobre el origen de los seres acuáticos y se acompañan con la chicha, la coca y el tabaco ritual que se ofrece a los invitados en el interior de la maloca.
La fiesta es organizada por el curaca bora que tiene en sus purmas buena producción de pijuayo y representa una acción de gracias por la cosecha obtenida y a la vez es un rito petitorio de nuevos alimentos y frutos. El curaca convoca a su gente para que le ayuden a cosechar, ordenando luego a sus mujeres que preparen abundante chicha de pijuayo para los invitados. Primero se dirige con su ambil o tabaco a hacer la invitación a los curacas de otros clanes a que participen en la gran fiesta del pijuayo.
Cuando estos curacas aceptan se comprometen, unos a fabricar las máscaras de los animales míticos que participan en la fiesta, y otros a proporcionar abundante comida.
Antiguamente el juego de pelota era parte integrante de dicha fiesta, pero en la actualidad éste ha caído en desuso. Entre los boras, los jugadores de pelota se presentaban con las manos cargadas de frutos que entregaban al organizador de la fiesta, reviviendo así el mito del hombre pucunero que fue el primero en obtener la semilla del pijuayo mediante un tiro de pelota al árbol del Dóóránie Bóóa. En la fiesta, el rol principal está personificado en Memey (padre de la palmera) que se desdobla a la vez en pez mítico, primer cultivador y propagador de la sagrada palmera. Otros danzantes llevan máscaras zoomorfas hechas con madera de topa de las aves, insectos, reptiles y peces que se alimentan con las semillas y afrecho del pijuayo.
(en desarrollo...)
En este enlace Web puedes descargar la máscara de sábalo de la pieza de comunicación de la exposición "Saberes de Pupunha".
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El pez chonraduro (Carlos Rojas) |
La dirección del montaje museográfico y escenografía de la exposición 'Saberes de pupuña' en el Claustro de S. Agustín estuvo a cargo de Edmon Castell, geógrafo y museólogo, docente de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.
Año de realización del montaje: 2014
Diseño museográfico: Carlos Rojas