dijous, 9 de maig del 2024

POLÍTICAS DE LA AMISTAD

LA IMPORTANCIA DE LOS AFECTOS, TAMBIÉN EN LOS MUSEOS

Como docente y museólogo, he tenido la posibilidad no solo de participar regularmente en encuentros, seminarios, conferencias, etc. sino también interactuar con comunidades a través de múltiples procesos museográficos y museológicos. Toda esta experiencia me ha permitido no solo pensar los museos sino también pensarme como docente y como museólogo y, al mismo tiempo, pensar como puedo conectar mi pensamiento con la gente. 

De esta forma, la participación en los eventos académicos, presentando comunicaciones, participando en paneles, compartiendo ideas… no solo me ha hecho reflexionar acerca del sentido que debería tener la Universidad en la sociedad, sino que me ha hecho ver que el pensamiento mismo es un dispositivo de convivencia. 

Algo que se puede compartir. El conocimiento académico es un dispositivo que se cultiva con lentitud y que requiere de mucha generosidad . Sin duda, como sucede en otras universidades, también en nuestra Universidad Nacional de Colombia trabajamos en condiciones muy difíciles y bajo presiones incompatibles con nuestra labor, pero disponemos de personas generosas y creativas, con ánimo de generar conocimiento y transformar la realidad. Y no son solo los docentes. Es lo que me gustaría destacar en estas líneas.

Es innegable que, también en nuestras universidades, existe un complejo andamiaje y paisaje académico conformado por múltiples, diversificadas, enraizadas y cotidianas "(contra)pedagogías" que actúan contra la vida académica y, en ocasiones también, la misma vida. No obstante, el conocimiento y la gestión del conocimiento pueden convertirse en dispositivos que pueden neutralizar las "(contra)pedagogías de la crueldad" que, al parecer, dominan no solo los paisajes académicos sino también el mundo desde hace unos años. Pedagogías de la crueldad que están en el origen de la disminución o falta cotidiana de la empatía: la guerra de todos contra todos en la que el otro es, de alguna forma, desechable y prescindible porque, aparentemente "ningún hilo me une a él, nuestros destinos no tienen nada en común [...]”. 

Afortunadamente, "enseñar, como amar, es un acto de valor" (Paulo Freire). Y es por ello que, frente a esas contra-pedagogías de la crueldad y sus efectos en los museos y en nuestras vidas, podemos pensar otro tipo de pedagogías, como las de “la escucha”, que se definen por la capacidad de permear y transducir a lxs otrxs y con lxs otrxs para poder “compostar”. Pedagogías de la escucha que establecen un espectro de valores que, más allá de la dificultad de definir y medir atributos como cooperación, cohesión, confianza, afecto, etc.. nos permiten a las personas que vivimos lo docente o lo museal acercarnos a las personas y estar con ellas. 

De esta forma, divulgar y hacer accesible el conocimiento y el patrimonio cultural, como recordaba una vez la rectora de la Universidad de Puerto Rico, “ya no es suficiente”. No podemos seguir transfiriendo unidireccionalmente el conocimiento. De modo que, conscientes de la importancia del entramado de afectos que existen en una comunidad, tenemos que seguir acercándonos. Acercarnos a las comunidades, acercarnos a la gente con tacto, sin forzar... porque también nosotros somos gente.

Imagen de la entrada: El Atrato, al atardecer (2016). Tomada por Edmon Castell