dilluns, 2 d’agost del 2021

VIENTO Y MEMORIA HISTÓRICA



VIENTO Y ENERGIA EÓLICA

A lo largo del tiempo, diversas culturas de alrededor del mundo han intentado obtener un uso del movimiento del aire y su energía: para mover barcos a vela o para moler el trigo, etc. No obstante, el poco provecho del potencial eléctrico a través de los pararrayos nos muestra que no todos los provechos de la energía del aire han sido factibles. En cualquier caso, la relación de las sociedades industriales y la energía eólica ha aparecido, cada vez más, más compleja.

En este sentido, el proceso de implementación de la energía eólica en el Sur de Catalunya a finales de los ’90 puede considerarse paradigmático. Ejemplar en muchos sentidos, pero sobre todo en el sentido que ha estado centrado en la lucha –no siempre acertada- de la sociedad civil para, ante procesos especulativos protagonizados por la implantación masiva de centrales eólicas, garantizar una implantación racional de la energía eólica compatible con la preservación de espacios de interés natural o cultural.

Unos procesos y unas luchas sociales que, al fin y al cabo, confirman la sospecha que, sin una “cultura del viento”, no será nunca posible avanzar hacia una economía del viento”.

[ARTÍCULO] "El parque eólico de las Sierras de Pàndols y Cavalls. Energía, valores ambientales y memoria histórica". Edmon Castell y Oriol Nel·lo. En Nel·lo, Oriol (Ed.). 2003. Aquí, No! los conflictos territoriales en Catalunya. Barcelona: Editorial Empúries. pp. 69-93 (texto reproducido con autorización de Editorial Empúries)

Las Sierras de Pàndols y Cavalls, en la comarca de la Terra Alta, fueron uno de los principales escenarios de la batalla del Ebro, entre los meses de julio y noviembre de aquel dramático año 1938. La batalla, como es sabido, constituye un episodio decisivo de la Guerra civil española y uno de los acontecimientos bélicos más importantes y determinantes no solo de la historia catalana contemporánea si no del siglo XX europeo en su conjunto. Fruto de estas circunstancias, en las Sierras de Pàndols y Cavalls permanecen numerosos testimonios de los impactos de la contienda (trincheras, fortificaciones, monumentos conmemorativos). Estos elementos, integrados en un paisaje singular, configuran un bien patrimonial de valor cultural, histórico y eventualmente, turístico y económico. Al lado de estas potencialidades, el lugar tiene unas características ambientales bastante relevantes como para haber determinado su inclusión dentro del Plan de Espacios de Interés Natural por parte de la administración de la Generalitat.

A partir del año 1998 la aparición de un proyecto para la implantación de un parque eólico en aquel lugar ha suscitado un conflicto entre aquellos que pugnan por preservar el valor patrimonial y paisajístico del paraje, conservándolo desde el punto de vista ambiental y destinándolo al uso cultural, y aquellos que querrían ver prosperar el proyecto energético. En el conflicto de Pándols y Cavalls se encuentran pues diversos elementos: en primer lugar, la controversia sobre la preservación y el uso del patrimonio histórico, con las cuestiones de carácter cultural, ideológico y político que frecuentemente están asociadas; en segundo lugar, la polémica de tema ambiental y paisajístico; y, finalmente el debate sobre la producción y el consumo de energía.

En los últimos años, se han producido en muchos lugares de Catalunya conflictos y controversias locales asociadas a cada uno de estos temas: de la disputa sobre el bosquimano expuesto en el Museo Darder de Banyoles al debate sobre el destino de los restos arqueológicos del Born de Barcelona; de la pugna por la preservación del Delta del Ebro a la preocupación por el paisaje de la viña al Priorat o al Penedés; de las movilizaciones en contra el proyecto de central de ciclo combinado de Mora d’Ebre a las múltiples discusiones sobre la instalación de parques eólicos. Pero lo que hace particularmente interesante el caso de las Sierras de Pàndols y Cavalls es que la pugna en relación a memoria histórica, preservación ambiental y modelo energético convergen en un solo lugar y constituyen las diversas caras de un mismo conflicto. A su estudio se dedica este capítulo.


1.1. Problemas de memoria: el legado patrimonial e histórico de la Batalla del Ebro

La batalla del Ebro no es solo un hecho bélico pretérito, vinculado a una serie de variables como la logística, los artefactos de guerra, las maniobras militares, etc. Desde hace sesenta años forma parte de la imaginación colectiva de diversas generaciones de catalanes, de españoles e, incluso, de gente de alrededor del mundo. Esto es así, por qué, a través de la tradición oral, la literatura, el cine o las canciones, la memoria de la batalla ha acaecido un hecho cultural que transciende sus coordenadas temporales y espaciales para convertirse en un mito, en un referente vivo de la lucha antifascista internacional (Castell et al. 1999; Castell & Falcó, 2000).

También sobre los escenarios de los combates, sobre el mismo campo de batalla, se encuentran restos de esta relevancia cultural. El franquismo intentó apropiarse del recuerdo de la batalla del Ebro e imponer un significado suyo. Así, de 1938 en adelante, los paisajes del Ebro fueron el escenario de una nueva batalla donde la imaginación franquista y la tradición antifascista se disputaron la hegemonía. Durante los años de la dictadura franquista este combate fue muy desigual y la visión de los ganadores se impuso de una manera bien visible sobre el territorio.

En efecto, dotar de contenido su pasado es una de las faenas en la que se apresuran los vencedores de cualquier guerra. Y el franquismo no fue una excepción En este esfuerzo, la batalla del Ebro se convirtió en un referente importante. Su recuerdo se utilizó como símbolo de la victoria y como un instrumento para legitimar su poder. Entre los significados con los que se quiere construir el recuerdo de la batalla del Ebro, el homenaje a los caídos de ejército franquista fue lo primero que se expresó sobre el territorio. Acabados los combates, las lápidas de los muertos que llenaban los cementerios y los alrededores de los pueblos que fueron escenario del conflicto se convirtieron en un primer elemento de territorialización de la batalla del Ebro después de la batalla. Estas losas ocupaban con una presencia bien visible el escenario de los combates y recordaban que el sacrificio de todos aquellos que se honraban era la base sobre la que se construiría el nuevo régimen.

Más tarde, a lo largo de la dictadura, señalaron con cruces y monolitos espacios estratégicos de las contraofensivas franquistas. Así, a partir del año 1950 se erigieron monumentos funerarios y conmemorativos en el Coll del Mor (Gandesa), en el Pic de l’Àliga o en el cruce de los Quatre Camins a las afueras de Vilalba dels Arcs. Los vencedores también ocuparon muchos espacios centrales de los pueblos y ciudades de las Tierras del Ebro con más cruces y monumentos imponentes que conmemoraban a “los combatientes que hallaron gloria” durante la batalla.

Hasta bien entrada la dictadura –todavía el 1966 el general Franco inauguró en Tortosa el monumento a la batalla del Ebro-, las Tierras del Ebro fueron un escenario donde los vencedores, utilizando el recuerdo de su batalla, mostraban ostentosamente su autoridad y recordaban su victoria. Toda la parafernalia del poder se representó en estas escenificaciones: los monolitos se inauguraban en solemnes y masivas ceremonias con los principales protagonistas bien arreglados. Con esta teatralización, el pasado victorioso del franquismo buscaba perpetuarse sobre el paisaje.

Ahora bien, a pesar de la desigual lucha, ya en aquellos años los que perdieron aquella batalla y aquella guerra quisieron fijar su recuerdo en el mismo escenario de los combates, aunque ocupando espacios marginales. Esta es una presencia ha sido ignorada durante muchos años y que ahora empieza a hacerse visible. En el mismo campo de batalla y desde el verano del 38, se pueden localizar algunos rastros de los que lucharon por defender la República. En la sierra de Pàndols, camuflado entre la maleza, un piloncillo construido el agosto de 1938 recuerda la presencia de brigadistas internacionales que lucharon con las fuerzas republicanas. Todavía hoy se puede leer, a pesar el paso del tiempo, “Viva la República” acompañado de los nombres de Dave Doran, James Cod, Joe Bianca... Por respeto a su memoria, los propietarios de huertos y campos de algarrobos y almendros han mantenido sin cultivar lugares donde hay enterrados soldados republicanos que murieron durante la batalla. Es el caso del Hort de Cardoneta a Mora d’Ebre donde se han mantenido enterrados, durante más de medio siglo, muchos pontoneros republicanos. También, en un campo de algarrobos cercano a Benifallet, una placa recuerda que bajo su suelo reposa Marcel Savoia, brigadista francés de la XIV Brigada la Marsellesa. Estas ocupaciones del espacio contrastan con el dominio del franquismo sobre los espacios centrales del campo de batalla. Pero su presencia ha persistido durante los cuarenta años de la dictadura hasta hoy y es una muestra del fracaso del franquismo por hegemonizar completamente el recuerdo de la batalla incluso en el lugar mismo donde la ganó.

Con el paso del tiempo, los monolitos y lápidas, recordatorios oficiales de la batalla, continuaron en el mismo emplazamiento casi con el mismo aspecto (y de hecho, muchos continúan todavía), pero se iban transformando en otra cosa. Para que un monumento continúe teniendo su función simbólica, ha de actuarse de manera continuada: exhibiéndolo, conservando sus materiales, adecuando sus entornos... Si no es así, van perdiendo sus significados, se pasa con indiferencia ante ellos y se vuelven invisibles. El franquismo fue esfumándose en los mismos espacios donde se le representaba solemnemente, y los símbolos que los vencedores de la batalla del Ebro erigieron en su tiempo, se fueron transformando en fantasmas de un pasado que se iba olvidando. Ahora bien, por la forma como se produjo el fin del régimen, durante la transición no tuvo lugar, como es sabido una vindicación de la memoria de la lucha antifranquista. Así, la presencia de todos aquellos que lucharon durante la batalla del Ebro por defender la democracia en España continuaron ignorando sobre los espacios del campo de batalla durante buena parte de la transición democrática, de las transformaciones que, tanto los monumentos franquistas como los monolitos republicanos, han sufrido con los años y su estado actual son de hecho un ejemplo paradigmático del carácter de esta transición. 

Una transición a la democracia construida con un pacto de silencio sobre el pasado más reciente que no invitaba precisamente a actuar sobre estos espacios. Así, durante los años de la transición las intervenciones tuvieron un carácter puntual: generalmente se han limitado  a sacar algunos símbolos de los monumentos franquistas y, de manera paralela, algunos municipios han erigido monumentos dedicados a aquellos que lucharon en el Ebro contra el fascismo. Coincidiendo con el 50 aniversario de la batalla, se intervino sobre algunos espacios emblemáticos de las ofensivas republicanas. Joan Brossa instaló en el pueblo antiguo de Corbera un poema visual, La bota (1988), en recuerdo de “todos los combatientes antifascistas que lucharon por las libertades democráticas y nacionales de Catalunya”. Este poema visual ocupa un espacio central del pueblo destruido, la plaza de la Iglesia, que tiene una panorámica excelente de algunos de los principales escenarios del los combates. El año 1993 la Generalitat declaró el pueblo antiguo de Corbera de Ebro, bien de interés cultural en la categoría de lugar histórico. Este es actualmente el único espacio protegido del campo de batalla. El año 1998, coincidiendo con el sesenta aniversario continuaron realizándose iniciativas parciales en el entorn de los espacios de la batalla del Ebro. El Consell Comarcal de la Terra Alta, impulsó la Rúa de la Paz que se articula a partir de puntos de señalización dentro de senderos GR. Su interés es muy relativo en tanto que no proporciona ninguna información sobre los hechos.

Poco después, el Institut pel Desenvolupament de les Terres de l’Ebre, un ente integrado por la Generalitat y los gobiernos locales del área, encargó al Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona un proyecto de museización de los lugares de la batalla del Ebro. El estudio, el primer proyecto de conjunto y riguroso por el tratamiento patrimonial de los restos de la batalla, fue elaborado por un equipo multidisciplinario formado por historiadores, geógrafos, arqueólogos, museólogos, así como por profesionales provenientes de las ciencias naturales –como geólogos e ingenieros- y entregado a finales del año 1998. El trabajo proponía como objetivo recuperar una serie de espacios históricos abandonados (en Quatre Camins, la Fatarella, Corbera, la Figuera, Pándols, Cavalls) y establecer una serie de estaciones y centros de interpretación (la Sènia, Tortosa, Tivissa, Gandesa, Corbera,...). Se proponía así dotar este conjunto de espacios de coherencia y visibilidad, utilizando el territorio de la batalla como una gran área para la preservación de la memoria histórica, similar a las que existen en los grandes campos de batalla de la historia contemporánea, del Marne a Verdún, de Normandía a Gettisburgh. Como se verá, la existencia de este proyecto, será uno de los detonantes del conflicto de Pàndols y Cavalls.


1.2. La energía eólica en Catalunya: una evolución llena de paradojas
Si la preservación y la interpretación de la memoria histórica es el primer elemento del debate que aquí se analiza, el segundo es, indiscutiblemente, la evolución de la energía eólica en Catalunya. Como se verá, el conflicto estalla precisamente a raíz del propósito de instalar en Pándols i Cavalls diversos artefactos para la producción de energía eólica. Por esto es conveniente pararse un momento a describir cual ha sido el proceso de implantación de este tipo de energía renovable en Catalunya y cual es el papel que la administración ha tenido.

Como es bien sabido, la energía eólica es una de las principales fuentes de energía renovables. Fuentes que se consideran cada vez más necesarias ante el progresivo agotamiento de los combustibles fósiles y de la evidencia del cambio climático provocado por la emisión de gases –sobretodo CO2- a la atmósfera. Por esto, la Unión Europea, en la estrategia de desarrollo sostenible aprobada en Göteborg en julio del año 2001, ratificó su compromiso de cumplir los acuerdos de Kioto, consiguiendo que el año 2010 el 22% del consumo bruto de electricidad provenga de fuentes renovables.

Catalunya fue una comunidad pionera en España en el estudio y la implantación de la energía eólica. El primer aerogenerador, con una potencia de 15 kilowats, fue instalado el año 1983 por la empresa Ecotécnia, y los estudios para la evaluación del potencial eólico del país ya se habían iniciado a finales de los años setenta. El primer parque eólico se instaló el 1984 en la Garriguella, con cinco generadores de 25 kW de potencia unitaria, como resultado de un acuerdo entre ENHER y el Departamento de Industria y Energía de la Generalitat. Así mismo, después de estos primeros tanteos, el desarrollo ha sido irregular y dificultoso, de manera que hoy, veinte años después de aquellos inicios solo hay en Catalunya tres parques eólicos –los de Tortosa, Trucafort y Colladetes (a los que podría sumarse el pequeño parque eólico, no comercial, de Roses)- con una potencia instalada total de 84 MW. En cambio, en el conjunto del Estado la potencia instalada, a 31 de diciembre del 2001, era de 3.337 MW, equivalente a 760.000 toneladas equivalentes de petróleo, lo cual evita la emisión de 6,1 millones de toneladas de CO2 y proporciona la energía eléctrica que consumen 1.700.000 familias (Generalitat de Catalunya, 2002). 

Esta situación hace que Catalunya –todo y representar cerca del 16% de la población española y contener el 6,4% del territorio- produzca solo el 2,5% de la energía eólica. El contraste, tal como puede verse en la mesa 1.1 es particularmente notable si se compara Catalunya con Galicia o Navarra, las cuales, con un territorio y una población inferior a la catalana, tienen una potencia instalada que es 11,5 y 7 veces más alta, respectivamente. Una de las razones principales con las que ha topado el desarrollo de la energía eólica ha sido la conflictividad social que han provocado los proyectos de ubicación de parques eólicos: los parques han sido uno de aquellos equipamientos de difícil ubicación, como los centros de recogida de residuos o las prisiones, uno de aquellos proyectos que suscita de entrada la respuesta “aquí no!” en sectores muy amplios de la sociedad. 

De manera paradójica, la oposición ha venido sobre todo de movimientos ambientalistas y conservacionistas, es decir, precisamente de aquellos sectores que más han reivindicado y pugnado para que los combustibles fósiles sean reemplazados por fuentes energéticas renovables. La explicación de esta aparente paradoja (Forcadell, 2000) se encuentra, sobre todo, en los emplazamientos elegidos para ubicar los parques, muy concentrados en algunas áreas de Catalunya (en particular las Tierras del Ebro y el Empordà) y afectando, en muchos casos, áreas consideradas de elevado interés natural. En cambio, el impulso para la implantación ha venido sobre todo por parte de empresas energéticas y ha contado, a veces con el beneplácito de los ayuntamientos de los municipios afectados, que han visto en los parques un medio para mejorar la situación económica y las finanzas públicas de sus poblaciones.

Ahora bien, si esta situación ha acabado desembocando en numerosos conflictos, especialmente agudos en comarcas del Priorato, la Terra Alta, el Baix Ebre o el Empordà, esto se ha debido, en buena medida al tratamiento errático y a veces confusionario que la cuestión ha recibido por parte de la administración catalana. En efecto, entre 1984 y 1988, el Departamento de Industria, Comercio y turismo, en colaboración con la empresa ENHER, elaboró un llamado Atlas eólico de Catalunya, a partir de la medida de la capacidad eólica de 83 emplazamientos situados alrededor de Catalunya. El atlas destacaba la concentración del potencial eólico en unas áreas de Catalunya –las zonas altas y las serranías de las Terres de l’Ebre y el Alt Empordà, con emplazamientos con velocidades de viento superiores a los 6,5 metros/segundo(Figura 1.1). Pero de esto no se derivó un verdadero plan de desarrollo para este tipo de energía que regulase sus virtualidades y servitudes.

Hubo que esperar casi diez años hasta que, ante el alud de proyectos que estaban apareciendo en muchas áreas de Catalunya el Parlamento aprobase la Resolución 286/V, de 3 de abril de 1997, en que se instaba al gobierno a presentar, en el plazo de tres meses, un plan para el desarrollo de la energía eólica. Este estuvo listo, finalmente, después de no pocas dudas, el 1998, con el nombre de Plan director de parques eólicos de Catalunya 1997-2010. El Plan establecía 75 emplazamientos técnicamente aprovechables para el provecho eólico, capaces de hospedar hasta 1.329 MW de potencia, el 69% de la cual se encontraba situada, dentro de espacios incluidos, desde 1992, en el Plan de Espacios de Interés Natural.

El hecho es que el Plan Director fue muy mal recibido en buena parte de las áreas afectadas, y provocó enfrentamientos en el interior mismo de la administración, entre el Departamento de Medio Ambiente y el de Industria, así como disensiones en el interior mismo del Departamento de Medio Ambiente, hasta el punto que el mismo Gobierno de la Generalitat ha reconocido que “no se mostró bastante eficaz para impulsar la implantación de la energía eólica en Catalunya (Generalitat de Catalunya, 2002). 

Paralelamente, a partir del verano del año 1999 empezaron a surgir diversas plataformas de oposición a proyectos de parques eólicos. Una de las primeras que surgió fue la plataforma para la Defensa del Patrimonio Natural del Priorat, creada el agosto de 1999, para oponerse a la construcción de centrales en el macizo del Montsant, la Mola, las sierras de Llena y Llaberia y las Montañas de Prades.

Paralelamente surgieron otras en el Baix Ebre (contra el parque de Els Ports), el Baix Camp (la Mola de Colldejou, Puigcerver, Prades), Alt Camp, Conca de Barberà i, como se verá, en la Terra alta. Las plataformas no negaban la necesidad de la energía eólica, pero denunciaban la falta de un estudio más profundo y detallado de las posibilidades existentes, los perjuicios que causaría en el ecosistema de las áreas escogidas y la desaparición de valores paisajísticos. Para mostrar que su oposición no era a la fuente de energía, sino a los emplazamientos elegidos, las plataformas propusieron incluso diversos mapas de emplazamientos alternativos para ubicar las centrales en espacios más antropizados y con menor impacto (GEPEC, 1999; AEEC, 2000).

Como se puede ver, el movimiento de oposición a los parques eólicos se originó sobre todo en las comarcas del migjorn catalán. En parte esto se explica por la concentración de proyectos de parques en estas áreas: según el Grupo de Estudios y Protección de los Ecosistemas del Camp, el año 1999 el 70% de los proyectos de este tipo se concentraba en las comarcas de la provincia de Tarragona (GEPEC, 1999a). Una concentración que coincidía con la de la energía nuclear (con todas las plantas existentes en Catalunya, Ascó y Vandellós ubicadas en esta misma área) y con el proyecto de la construcción de una gran central térmica de ciclo combinado en Mora por parte de la empresa ENRON. Por parte de los movimientos de oposición se argumenta pues que las comarcas de migjorn (“el sur”, como, de manera hasta cierto punto provocativa, algunos preferían autodenominarse) ya cumplía con creces su cuota de solidaridad en la producción energética, de la cual eran claramente excedentarios. Es a través de esta defensa de los recursos naturales y ambientales que el movimiento de oposición a proyecto de mapa eólico enlazaría a partir de los años 1999 y 2000 con la gran movilización de las Tierras del Ebro contra el Plan Hidrológico Nacional, estudiada en otro capítulo de este volumen.

El tema llegó a la prensa nacional sobre todo a partir de las protestas que se produjeron con ocasión de la visita del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, a Poboleda, en el Priorat, el día 19 de febrero del 2000. Ante esta situación, el Gobierno trató de reaccionar elaborando un nuevo mapa eólico con los criterios territoriales, ambientales y culturales que presidiesen su despliegue: La elaboración se prolongó durante todo el año 2000 y finalmente la propuesta se sometió a exposición pública el día 5 de diciembre del 2000, periodo que se acaba el mes de enero del 2001.

El nuevo mapa fue de nuevo recibido con muchas reticencias en las áreas potencialmente afectadas, y, todo y habiendo salido a información pública a caballo del periodo navideño, recibió un número muy elevado de alegaciones y finalmente acabó siendo rechazado por el mismo Parlamento de Catalunya. En efecto, después de las grandes manifestaciones del movimiento por las Terres de l’Ebre, celebradas en Mora d’Ebre (el 4 de febrero del 2001) y en Barcelona (el 25 de aquel mismo mes), el diputado Antonio Sabaté, alcalde de Flix, presentó el día 8 de marzo una moción en el Parlamento en que se instaba al gobierno a “retirar el mapa eólico con el fin de confeccionar uno nuevo en el cual se tenga en cuenta las alegaciones presentadas, en especial las que hacen referencia a los espacios protegidos o de interés cultural, y a impulsar un verdadero diálogo en el territorio”. La misma moción rechazaba el Plan Hidrológico Nacional y el proyecto de la central de ciclo combinado en Mora d’Ebre, exigía la aprobación del Plan Territorial Parcial de las Terres de l’Ebre y la creación de una delegación específica de la Generalitat para aquel territorio. La parte de la moción contraria al PHN fue aprobada con os votos del grupo proponente –PSC-Cpc, y de ERC, IC-V y CiU (todo y que esta formación cambiaría posteriormente su posición en el Congreso de los Diputados). La parte de la moción en contra de la central térmica y e mapa eólico pasó con los votos de la izquierda y el PP.

Después de esta sonora derrota, el Departamento de Medio Ambiente inició a mediados del 2001 la elaboración de un nuevo mapa eólico, que culminó con la salida a información pública del nuevo proyecto el día 30 de julio del 2001, periodo que acabó el 10 de septiembre (de nuevo, pues, la recogida de alegaciones coincidió, puede ser por casualidad, con un periodo de vacaciones). Finalmente, el nuevo mapa fue aprobado por Decreto del Gobierno el día 11 de junio del año 2002 (Decreto 174/2002, de 11 de junio, regulador de la implantación de la energía eólica en Catalunya).

La nueva regulación tiene como objetivo aumentar la potencia instalada de energía eólica, la cual, de acuerdo con el Plan de Energía de Catalunya, tendría que ser de 1.000 a 1.500 MW el año 2010. Para poder hacerlo posible, el nuevo mapa eólico, que se aprueba con carácter de Plan Territorial Sectorial y tiene una vigencia de cinco años a partir de su aprobación, divide el territorio de Catalunya en zonas de tres tipos:

a) Zona Compatible (blanca): zona idónea para la implantación de parques eólicos por lo que se refiere a la protección del patrimonio natural
b) Zona de Implantación Condicionada (amarilla): zona donde la existencia de valores naturales que han de ser protegidos exige una declaración de impacto ambiental positiva para cada proyecto que garantice la compatibilidad del proyecto o el establecimiento de medidas correctoras que eviten el impacto sobre los valores objeto de protección. 
c) Zona Incompatible (roja): zona del territorio excluida de la implantación de parques eólicos donde la presencia de valores naturales de protección prioritaria aconseja no hacer ninguna intervención de infraestructuras de provecho eólico.  

La determinación de la compatibilidad se ha hecho atendiendo al potencial eólico de cada área, al estatuto legal del territorio (según su nivel de protección) y a la presencia de especies protegidas. Así han quedado excluidos de cualquier implantación los parques naturales, los parajes naturales de interés nacional y las reservas naturales integrales. Los espacios incluidos en el Plan de Espacios de Interés Natural o a la Red Natura 2000 de superficie reducida también han quedado excluidos. Para la implantación al resto de espacios PEIN hace falta una evaluación específica para establecer su compatibilidad ( de todos modos la nueva versión del mapa establece que en el conjunto de los espacios PEIN el 69% del territorio pasa a ser directamente incompatible mientras lo eran antes el 57% en la versión anterior).

El aspecto sin duda más polémico del decreto de aprobación del Mapa Eólico es su Disposición Transitoria primera, la cual establece, literalmente, que “los parques eólicos que en el momento de la entrada en vigor del presente Decreto hayan iniciado el procedimiento de autorización administrativa y hayan finalizado el trámite de información pública, a que se refiere el Real decreto 1955/200o, se tramitarán hasta su resolución conforme a la legislación anterior”. El trámite de información pública se considera finalizado si ha transcurrido el periodo de 30 días previsto en el mencionado Decreto para presentar alegaciones.

Esta última cuestión provocó el rechazo taxativo de los grupos ambientalistas los cuales han afirmado, que ante el gran número de proyectos que ya han pasado este trámite y que afectan áreas protegidas, el Mapa tan fatigosamente negociado, no es más que “papel mojado” (GEPEC, 2002). De otra parte, estos movimientos se han reafirmado en que los adelantos tecnológicos permiten la instalación de los parques en otras áreas con menor potencial eólico (lo cual hace innecesaria la afectación de áreas de elevado interés ambiental) y que cualquier implantación, sea en el lugar que sea, requiere de una evaluación de impacto. Desde el punto de vista jurídico, administrativo y legislativo la cuestión de la implantación de la energía eólica en Catalunya dista, pues, de ser un tema resuelto.

1.3. Pàndols y Cavalls: memoria, medio ambiente y energía
Las sierras de Pándols y Cavalls forman parte de la Serralada Prelitoral catalana y se encuentras en los confines entre la comarca de la Terra Alta y la Ribera d’Ebre, en los términos de Gandesa y Pinell de Brai. Su actitud es moderada –la cadena tiene una altitud media de unos 600 m., la cima más alta, Puig Cavaller, 706- pero tienen una orografía muy abrupta, de manera que constituyen como una columna dispuesta en dirección NE-SW que separa la Terra Alta del Ebro, precisamente en el momento en que el río deja la cubeta de Mora y se mete en el paso de Barrufemes. Es esta orografía y su posición dominante sobre la carretera que va de Gandesa a Mora, la que lleva de Tortosa a Mora por Pinell de Brai y la que asegura la conexión entre Benifallet y Gandesa, también por el Pinel, lo que les confirió su carácter estratégico durante la Batalla del Ebro y lo que explica que fuese una de las posiciones más disputadas de toda la contienda.

Su aprovechamiento agrícola y forestal es escaso, en una comarca que durante la segunda mitad del siglo veinte ha perdido casi la mitad de su población y que en la actualidad (2001), con 12.196 habitantes, tiene una de las densidades más bajas de Catalunya, la proporción de población activa agraria más elevada y es la penúltima por lo que se refiere a la renta per cápita. El año 1992, las dos sierras, Pàndols y Cavalls, fueron consideradas merecedoras de estar incluidas dentro del Plan de Espacios de Interés Natural, por sus valores ambientales.

El debate sobre el uso de estos espacios –que después del tropiezo bélico habían permanecido olvidados y casi intocados- se inició a finales de los años noventa, coincidiendo, precisamente con el sesenta aniversario de la batalla. Es con ocasión de esta efeméride que el Instituto para el desarrollo de las Terres de l’Ebre encargó, como ya se ha mencionado, un estudio sobre la valoración de los espacios de la batalla del Ebro a un equipo de la Universidad de Barcelona vinculado a una red europea de historiadores (Workshops on European Battlefields). El equipo, integrado por jóvenes investigadores con conexiones personales –por origen o por ocasión- en el área, entregó su estudio  (Plan de Ordenación de los Espacios Históricos de la Batalla del Ebro) a l’IDECE el mes de diciembre de 1999. Además del trato específicamente museográfico y patrimonial los espacios, el trabajo prevé actuaciones para la revitalización económica local a través de la creación de servicios, actividades y hostelería que estarían vinculados. Uno de los espacios de mayor importancia del proyecto, por su valor patrimonial y simbólico, son las Sierras de Pándols y Cavalls.

Paralelamente, ya desde medianos de los años noventa se habían ido gestando diversos proyectos relativos al provecho de la energía eólica del área. Así, el 1995 se había firmado un convenio entre los ayuntamientos de Gandesa y el de Pinell de Brai con la empresa Texte S.L., en el cual los primeros se comprometían a dar soporte a la segunda parte a la instalación de un parque de 10aerogeneradores con una potencia unitaria de 600 KX en el sector de Pàndols-
Fonteta, a cambio de un canon equivalente al 3% de la facturación total de la energía eléctrica vendidas por ésta. Posteriormente aparecieron otros proyectos relativos al sector de la Ermita de Santa Magdalena, también en la Sierra de Pàndols, con otros 10 generadores de 600 kW, promovido por Eulener SL; en la Sierra de Cavalls, con 25 aerogeneradores, de 1.000 kW, impulsado por Totvent 2000 SA; en la Vall de la Torre –en el término de Corbera, muy cerca de Cavalls- con un número aproximado de 30 aerogeneradores de 750 kW, por parte de Enron Wind de España SL. Finalmente, el mes de junio de 1999, la empresa alemana Eolic Partners anunció su voluntad de construir en el área del Coll de Moro, entre los términos de Gandesa, Bot, Batea y Vilalba dels Arcs (otro de los lugares históricos más característicos de la batalla del Ebro) “uno de los parques eólicos de mayor potencia del mundo”, con 80 aerogeneradores de 1,5 megawats cada uno, y una altura de hasta 80 metros por cada artefacto. Esto supondría una inversión de 20.000 millones de pesetas, la creación de 200 puestos de trabajo durante el periodo de construcción, 20 puestos de trabajo directos para el mantenimiento y de un parque con una potencia instalada de 120 megawatios “solo equiparable a los grandes complejos existentes en Alemania o en los Estados Unidos” (El País, 26 de junio 1999).

Los proyectos fueron, de repente, bastante bien recibidos en el área: “La Terra Alta ve el camino de la prosperidad en la construcción de uno de los parques eólicos más grandes del mundo en el Coll del Moro”, titulaba L’Ebre a inicios de julio de 1999. Y afirmaba que “los responsables de los ayuntamientos terraltinos ven la futura instalación energética como un camino hacia el desarrollo de la comarca, ya que por ahora no existe una actividad industrial que augure el reequilibrio económico de esta zona respecto otros lugares de Catalunya” (L’Ebre, 2 de julio de 1999).

Pero la oposición no tardaría en aparecer: el mes de agosto se formó en Gandesa una primera coordinadora para reaccionar contra el impacto ambiental y paisajístico que, a su entender, tendrían las centrales proyectadas. Pocos días después, se constituía la “Plataforma para la protección del patrimonio natural, histórico y paisajístico de Gandesa y la Terra Alta” integrada sobre todo por miembros de entidades de ámbito cultural: el grupo la Serena, el Centro de Estudios de la Batalla del Ebro, la Asociación de Defensa Forestal, Amigos del Camino de Santiago y Amigos del Ebro. El 28 de agosto hacían público un “Manifiesto sobre las centrales eólicas” en el que “a pesar de estar de acuerdo con la energía eólica”, afirmaba que “bajo ningún concepto, condición o presión externa, se puede permitir la instalación de centrales eólicas en las Sierras de Pàndols y Cavalls”. Y lo argumentaban con razones de tipo paisajístico (“son elementos definitorios de la personalidad de nuestro paisaje”), ambiental (“es una contradicción que el Gobierno de la Generalitat aprueba y promueva la aplicación del PEIN” en estas montañas y “al mismo tiempo alente la instalación de centrales eólicas”), patrimonial (los Comuns de Gandesa “a ningún precio pueden ser vendidos a personas y empresas extrañas, que solo busca su beneficio”), económico (“la construcción de estas centrales afecta también negativamente las actividades agrarias tradicionales, a la promoción de vinos de Gandesa y la Terra Alta”), y estratégico (lo que hace falta es “diversificar la economía, potenciando el sector vitivinícola, el turístico, el ocio y el medio ambiente”). Acababan reclamando la prohibición de los parques, la ordenación general de los recursos eólicos y la declaración de las Sierras de Pàndols y Cavalls, “tierra sagrada para muchas personas de alrededor del mundo” como Lugar Histórico de Interés Nacional. Identidad, paisaje, ambiente, patrimonio, estrategia económica y visión territorial eran pues los argumentos que justificaban el rechazo. Hay que decir que son prácticamente los mismos que se esgrimía desde las otras plataformas contra la instalación de los parques eólicos que en aquellos mismos meses se estaban creando en otras comarcas vecinas, como el Priorat (con particular preocupación para la imagen de la renaciente producción vitivinícola), el Bai Camp o el Baix Ebre. 

A estos argumentos se añadiría poco después otro de tipo más territorial, con la denuncia, por parte del GEPEC, de la concentración aplastante de los proyectos de nuevas centrales en el migjorn catalán (L’Ebre, 29 de octubre 1999). El “¿por qué aquí? que suele acompañar el rechazo a determinadas operaciones se convertía en un ¿por qué siempre aquí?”, mucho más difícil de responder por cualquier administración.

Aquel mismo mes de octubre, coincidiendo con la publicación el Diario Oficial de la Generalitat de anuncio de información pública de los Parques Eólicos de la Sierra de Cavalls promovido por Totvent 2000 SL (15 de octubre) y de las elecciones al Parlamento de Catalunya que a punto estuvieron de provocar un cambio de mayoría parlamentaria (17 de octubre), se hizo público un segundo manifiesto. Este llevaba por título “Manifiesto para la Preservación de las Sierras de Cavalls y Pàndols y de los Espacios Históricos de la Batalla del Ebro” y estaba impulsado por e grupo del Workshop on European Battlefields- Ebre 1938 que estaba realizando el estudio patrimonial por encargo del IDECE. Después de afirmar que “las sierras de Cavalls y Pàndols son un espacio privilegiado donde el patrimonio natural y el patrimonio cultural se integran”, rechazan la instalación de parques eólicos en zonas PEIN y reclamaban que “se protegiesen con efectividad los lugares históricos de la batalla del Ebro”. La preservación de la memoria histórica venía pues a añadirse a los argumentos territoriales y a los elementos de carácter local.

Pocas semanas después, el 19 de febrero del 2000, se producirían los incidentes de Poboleda, que se han mencionado más arriba, donde Jordi Pujol fue recibido con muestras de rechazo precisamente en relación a la cuestión del mapa eólico. Puede ser es éste –siete meses antes de la formación de la Plataforma para la Defensa del Ebro- el primero de los acontecimientos públicos que desencadenarían el gran movimiento de las Terres de l’Ebre, llamado a zarandear la política catalana durante los dos años siguientes.

A inicios del 2000, la oposición a la implantación de las centrales en Pàndols i Cavalls era ya bastante notable como para que quienes la propugnaban se planteasen convocar un acto público. Así hizo un llamamiento para realizar una reunión en un lugar emblemático de la batalla del Ebro, la Cota 705 de la sierra de Pàndols, el día 9 de abril, bajo el lema “Sí a la energía eólica, no a la destrucción de espacios de interés natural y cultural”. Al acto, convocado por la Coordinadora de Plataformas del Sur, WEB-E 38, GEPEC, la Plataforma la Terra alta y Plataforma para la defensa del Patrimonio Natural del Priorat, se adhirieron los ayuntamientos de Falset, Gratallops, Masroig, Marçà, Roquetes, Tortosa, Mas de Barberans, Corbera d'Ebre, Flix y Miravet, los consejos comarcales del Baix Ebre y el Montsià, y entidades y organismos del territorio como la Universidad de Verano y el Centro de Estudios de la Batalla del Ebro (La Ribera on-line, abril 2000). Al acto asistieron más de doscientas personas y se presentó el mapa eólico alternativo elaborado por el GEPEC y se presentó el libro La batalla del Ebro. Historia, paisaje, patrimonio. Paralelamente, el mismo día, el alcalde de Pinell de Brai, Pere Martí, de CiU, convocó una manifestación, argumentando “nadie de fuera nos ha de venir a decir como se han de hacer las cosas en nuestro pueblo”. La manifestación a favor de construir los parques eólicos reunió también 200 manifestantes en la plaza del Ayuntamiento del Pinell, detrás de una pancarta donde se podía leer “a los pueblos, quien decide es quien vive”. Asistieron a la manifestación alcaldes de la Terra Alta y el Baix Ebre, con el soporte de CCOO y UGT. (La Ribera on-line, abril 2000, La Vanguardia, El País, 10 de abril de 2000). El argumento local, territorial, aplicado a otra escala –no la de las Tierras del Ebro, ni la de la comarca de la Terra Alta- sino la de un municipio concreto servía en este caso a los partidarios del sí.

Poco después de la polémica llegaba al Parlamento de Catalunya donde los grupos parlamentarios Socialistas-Ciutadans pel Canvi e Iniciativa per Catalunya-Verds presentaron dos proposiciones no de ley (el 11 y el 31 de mayo, respectivamente). Una y otra proponían, declarar las sierras de Pàndols y Cavalls “lugar histórico”, de acuerdo con la definición establecida por el artículo 7.2 de la Ley 9/1993 del Patrimonio Cultural Catalán, desestimar los proyectos de ubicar parques eólicos buscando ubicaciones alternativas y adoptar las medidas necesarias par salvaguardar el patrimonio histórico de los espacios de la batalla del Ebro. Ambas proposiciones serían rechazadas con los votos en contra de CiU y el PP.

A partir de aquí el debate sobre la implantación de las centrales eólicas en Pàndols y Cavalls quedó ligado a los avatares de la tormentosa tramitación del mapa eólico. Así, la inclusión de aquellos parajes en la primera versión del mapa, la que fue sacada a información pública el 5 de diciembre del 2000, fue uno de los elementos que condicionaron su rechazo parlamentario el mes de marzo del 2001, después de las grandes manifestaciones del movimiento de la s Tierras del Ebro, que tenían, precisamente como slogan el rechazo al Plan Hidrológico Nacional, en la central de ciclo combinado de Mora y en el mapa eólico.

De hecho, la nueva versión del mapa, que fue aprobada finalmente tal como se ha dicho en junio del 2002, al explicar –con tortuosa prosa- que en la nueva versión “se atendieron las demandas principales de las alegaciones formuladas por el tejido asociativo y los grupos políticos, en especial las que hacen referencia a los espacios protegidos o de interés cultural, pero respetando un escenario que pueda hacer posible una evolución positiva de las energías renovables”, cita explícitamente que “se reforzaron, también, las zonas incompatibles” en Pàndols y Cavalls. En efecto, el nuevo mapa (Figura 1.3) deja como área incompatible –roja- la práctica totalidad de la Sierra de Pàndols, Ppuig Cavaller incluido. En cambio, al Norte de la carretera del Pinell a Gandesa, deja la histórica Mola d’Irto –tomada y perdida durante la batalla- y el inicio de la arista de la Sierra de Cavalls, desde la Carabassa hasta cerca de Punta Redona como área de emplazamiento condicionado (es decir, con posibilidades de implantación sujetas a la aprobación del informe de impacto ambiental).

Podría decirse, pues, que el movimiento preservacionista ha obtenido casi una victoria. De todos modos, la presencia de la polémica disposición transitoria primera del decreto de aprobación del mapa, según la cual podrían seguir su tramitación aquellos proyectos que ha hayan completado el período de información pública mantiene muchos interrogantes abiertos. Si la resolución política de la polémica sobre la energía eólica en Catalunya está, como se decía, lejos de haberse producido, la preservación del patrimonio ambiental y cultural de las Sierras de Pàndols y Cavalls todavía no puede considerarse segura. 


1.4. Conclusión: viento de migjorn
En los últimos años, en las Tierras del Ebro se ha generado un movimiento popular de gran alcance, que ha engendrado uno de los conflictos de más amplitud de los que en este volumen se analizan. El movimiento fue, en su origen, sobre todo defensivo, de rechazo a determinados proyectos. Así, la movilización arrancó a partir de diversos “no”: no al Plan Hidrológico Nacional, no a la central de ciclo combinado del Móra, no –como se ha visto- al mapa eólico.

Ahora bien, por lo que se refiere al conflicto del Ebro particularmente interesante, tanto desde el punto de vista político como analítico, es que de aquel conjunto de “no” se ha ido pasando a planteamientos más afirmativos, más propositivos (Nel·lo, 2002). Así, cada vez con más fuerza han ido apareciendo alternativas al modelo hidrológico (la propuesta de la “nueva cultura del agua”), a las infraestructuras viarias y ferroviarias (la reivindicación de la estación central de la Aldea, la pugna por la compleción del eje del Ebro), a la estrategia económica (la petición de marca turística propia, la nueva agricultura basada en la cualidad) e, incluso, en la gobernación (la exigencia de una veguera, de un ente representativo propio para hacerse escuchar en el conjunto catalán).

Las posibilidades de que estas propuestas prosperen dependen en muy buena medida de la existencia de sujetos colectivos capaces de hacerlas avanzar (o retroceder). Para la construcción de estos sujetos políticos, la cuestión de la identidad territorial es de gran importancia. Y en la configuración de esta identidad, de este sentimiento de pertenencia colectiva, dos cuestiones son clave: la memoria del pasado y la identificación con el territorio.

Historia y paisaje: exactamente dos de los temas centrales que –como se ha visto- han estado presentes en el conflicto sobre el futuro de Pàndols y Cavalls. He aquí como la resolución del debate sobre el uso de aquellas sierras –que tiene aspectos concretos: económicos, ambientales, patrimoniales- presenta también unas implicaciones más generales, relacionadas con el acontecer político y colectivo, incluso simbólico, si se quiere, de las Tierras del Ebro. La fuerza y la continuidad del viento de migjorn que ha arrastrado la política catalana depende, en buena medida, de lo que encuentre al soplar sobre las carenas escarpadas de Pàndols y Cavalls.